¿Y si tu cuerpo no solo tiene un significado… sino que es un significado? En cada célula, en cada ciclo, en cada ovulación y en cada emoción que desborda cuando amamos, está impreso un mensaje divino.
Nuestro cuerpo, sí, este cuerpo que fue creado para hablar de Dios. Desde la Teología del Cuerpo, la Iglesia nos enseña que el cuerpo humano tiene tres significados esenciales: filial, esponsal y fecundo. Entenderlos nos ayuda a entender nuestra misión personal, familiar y social.
El cuerpo filial: creadas para recibir
Tu cuerpo es filial porque no es un accidente. Fuiste soñada, deseada y creada por un Padre que te llama hija. Así, el primer acto del cuerpo es la receptividad. Pues, respiramos antes de hablar, recibimos antes de dar y esta verdad también se encarna en la fertilidad.
Nuestra fertilidad no es un poder que se impone, sino un don que se acoge. Pensado de este modo, el ciclo menstrual no es una molestia, no debería ser un caos. Es una liturgia mensual de vida, una huella viva de que hemos sido creadas con un lenguaje que nos conecta con el cielo.
Cuando aprendemos a leerlo —a través de métodos como Creighton— algo profundo se ordena dentro. Cuidar tu fertilidad es decirle a Dios: “Gracias por este cuerpo. Quiero escucharlo”. Es un acto de obediencia amorosa al diseño que Él inscribió en ti.
El cuerpo esponsal: creadas para amar
Somos cuerpo y somos alma. Así, nuestro cuerpo femenino habla con elocuencia. Pues, tiene una capacidad nupcial, una vocación al don.
El cuerpo esponsal es el que se entrega con libertad, sin usarse ni usar. Este es el que expresa fidelidad, comunión y reciprocidad.
En un mundo que grita que el cuerpo es objeto, que el deseo manda, que amar es poseer, la Teología del Cuerpo responde con ternura. ¿Qué responde? ¡Que tu cuerpo fue hecho para amar de verdad, no para ser usado ni reducido a placer!
Aquí, entonces, entendemos que la fertilidad es clave. Conocer cuándo estamos fértiles, cuándo no, cómo nos sentimos en cada fase, es conocer nuestro lenguaje del amor.
El Método Creighton no solo te enseña a planificar con respeto. Te ayuda a comprender el dinamismo de tu amor encarnado. Ya sea que estés casada, soltera o en discernimiento, el cuerpo esponsal te llama a vivir tus vínculos desde la verdad, con un corazón entero.
El cuerpo fecundo: creadas para dar vida
La fecundidad no se agota en la maternidad biológica. Pues, como mujeres, estamos llamadas a dar vida en todo. Damos vida en el consejo que damos, en el consuelo que ofrecemos, en la mirada que sostiene, en la escucha que acompaña.
Pero también es verdad que nuestra fertilidad física es parte de ese llamado, es una dimensión espiritual, relacional y social. Cuidarla, entenderla y respetarla es cuidar la raíz misma de nuestra capacidad de amar fecundamente. Eso solo es posible si vemos nuestro ciclo con los ojos del Amor de Dios.
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Nuestro cuerpo, entonces, tiene tres significados. Uno, el cuerpo filial, nos indica que fuimos creadas para recibir. Es decir, nos habla de cuán hijas amadas de Dios somos. El segundo, el cuerpo esponsal, nos manifiesta el ser creadas para amar, para la mutua entrega. El tercero, el cuerpo fecundo, manifiesta el que hemos sido creadas para dar vida. Es menester cuidarnos y, como no se puede cuidar bien lo que no se conoce, es preciso que nos interioricemos, por ejemplo, mediante el aprendizaje de un método de planificación familiar natural como el modelo Creighton.